La región del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, enfrenta una de las peores crisis de violencia de las últimas décadas. Los enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que comenzaron a finales de la semana pasada, han dejado un saldo trágico de personas fallecidas y un desplazamiento masivo de familias.
El conflicto, que recuerda los tiempos más oscuros de la violencia paramilitar en esta zona del país, inició con el asesinato de una familia en el municipio de Tibú y se ha extendido rápidamente, afectando a varios municipios. En su avance, los combates han dejado destrucción, vehículos calcinados y comunidades enteras que huyen para proteger sus vidas.
Muchas familias han abandonado sus hogares en busca de refugio en los municipios de Ocaña, Cúcuta e incluso en el vecino país de Venezuela. En el municipio de Jesús María Semprúm, en el estado de Zulia, se ha registrado la llegada de un alto número de desplazados, quienes enfrentan condiciones precarias mientras las autoridades locales intentan atender la emergencia con recursos limitados.
La situación es desoladora. Banderas blancas en manos de los desplazados se han convertido en un símbolo de la desesperación y el clamor por paz. Este llamado urgente exige la atención inmediata de la comunidad internacional y de los líderes nacionales para detener esta crisis humanitaria que afecta a miles de personas inocentes.
