Como si la inocencia de la niñez fuese tan pasajera como la vida misma, hoy Cajicá despidió a Valeria Afanador, la niña de apenas 10 años que llenaba de sonrisas y travesuras a su familia.
En medio de lágrimas, sus padres y hermanos no logran comprender por qué tuvieron que decirle adiós tan pronto. Una sociedad dolida también se pregunta: ¿por qué ella?, ¿qué nos está pasando?
Mientras la justicia esclarece los hechos de su desaparición y muerte, queda una huella imborrable: la de su inocencia, ahora tatuada en el corazón de quienes la conocieron y de un país que reclama respuestas.
El sepelio fue, además de un adiós, un llamado a la reflexión: entender cuál es nuestro papel como seres humanos, por qué tantas vidas se apagan de manera injusta y qué debemos transformar como sociedad para que nunca más la niñez tenga que pagar el precio de la violencia y el dolor.
